Aportes al Foro
Por: Roberto Herrscher |
María Edith Quijano
Ruano, una aguerrida campesina salvadoreña de rebeldes bucles solares
y risas como latigazo, creyó que había dejado atrás para siempre las montañas
arrasadas, el fuego destructor y los sufrimientos de la guerra de su país.
"Nosotros nos fuimos a principios de 84, cuando los aviones y los helicópteros bombardeaban el cerro de Guazapa y los combates dejaban muertos en cada familia campesina", recuerda doña María Edith mientras se seca las manos en el delantal. En la cocina a leña se doran las pupusas y las gallinas cacarean en el patio. Definitivamente, "la mancha" se siente mucho mejor en su nueva casa, la comunidad Longo Mai en el Valle de El General, en el empobrecio sur costarricense, entre los ríos Sonador (que da nombre a la finca) y Convento. Allí criaron a sus seis hijos "en paz y con posibilidades", su compañero aprendió a leer y escribir, sus hijos van a la escuela. En Finca Sonador viven hoy 45 familias, la mayoría salvadoreñas que escaparon de la guerra a principios de los 80, pero hay también varias ticas, nicaraguenses y unos pocos europeos exiliados del humo de las grandes ciudades y movidos por un ideal. La comunidad se alimenta y se sostiene con la venta de maíz, frijoles, yuca, ayote, arroz, café, cacao y caña de azúcar. Tiene también ganado y árboles frutales en las 400 hectáres que destinan a la producción. Otras 400 hectáres las reservan como zonas protegidas con bosque. Roland Spendlingwimmer, un austríaco que se vinculo en su juventud con el movimiento europeo Longo Mai (Larga Vida en un antiguo idioma provenzal del sur de Francia), se lanzó en 1978 a la quijotada de juntar fondos para instalar, con el mismo modelo, una comunidad de refugiados rurales en Centroamérica. Soñaba con un sitio dónde no dejaran atrás guerra y persecuciones para hundirse en la sordidez de ciudades desconocidas, sino un proyecto agrícola y de conservación dónde los campesinos desarrollaran su trabajo en paz, conservaran sus tradiciones y crecieran en contacto con otras culturas. Longo Mai se convirtió con el paso del tiempo en un experimento multicultural dónde los campesinos ticos sin tierra se integran con alemanes e ingleses que buscan naturaleza y aire puro, y éstos con salvadoreños que laboran con ahínco en busca de paz. Las tierras pertenecen a la organización europea, que las arrienda al precio simbólico annual de un colón la hectárea. Además de atender sus cultivos, la mujeres han formado una coopertavia de costura y todos reforestan tierras marginales y en vertiendes con especies nativas como amarillón, cristóbal, ron ron, cedro maría, cedro amargo y manglillo. Sin embargo, en los últimos años apareció un serio peligro para la "larga vida" de los campesinos de Longo Mai, así como la de todas las comunidades rurales del Valle de El General. La fuente de toda vida, el agua, se está acabando. "Cuando llegamos", comenta María Edith Quijano, "teníamos que meternos en el río hasta encima de la cintura para cruzar. Hoy pasamos sobre las piedras. "Lo que ellos se llevan, a nosotros nos va a faltar" Son las nueve de la noche azul y tachonada de estrellas. Tocamos a la puerta de Bernabé Rosales Villareal, pero ya está en cama. Es un campesino madrugador y creativo, que no deja y de enriquecer su finca con nuevas frutas y verduras, combinaciones de árboles y cultivos, proyectos y sueños. Lo visitamos a la mañana siguiente, y no hay forma de abandonar su casa sin comer los deliciosos platos de su tierra, Guanacaste, que su esposa prepara cantando y con un loro al hombro. El creciente problema del agua unió a Spendlingwimmer y Christoph Burkard, de Longo Mai, con Bernabé y Beltrán Vega, hoy presidente y vicepresidente de la Unión de Amigos para la Protección del Ambiente (UNAPROA). La organización nació en 1995 para juntar los esfuerzos de 20 comunidades en la "conservación", protección, recuperacion y desarrollo sostenible de las microcuencas de la zona pacífica de la Cordillera de Talamanca, entre el Río Ceibo (Cantón de Buenos Aires, Provincia Puntarenas) y el Zapotal (Cantón Pérez Zeledón, Provincia San José)". "Fuera de las reservas y áreas protegidas, no hay protección de las cuencas de los ríos. Las nacientes se están secando. Ya tuvimos que cambiar tres veces la toma de captación de agua para nuestra comunidad", dice Rosales. "La sequía avanza y la solución está en manos de terratenientes muy poderosos, como la multinacional PINDECO, productora de piña, entre otras frutas y la cafetalera Volio Esquivel. UNAPROA comenzó trabajando en planes para recuperar y conservar las microcuencas amenzadas, educar a los niños, jóvenes y adultos, influir en las decisiones políticas atinentes a la región y capacitar a dirigentes comunales para detener la destrucción y quema de bosques. Recibieron valiosa ayuda de la ONG alemana ARA y de la Fundación Iriria Tsochok de Costa Rica, y ya tienen aprobado un proyecto en el Convenio de Desarrollo Sostenible Costa Rica - Holanda, gestionado por el Consejo Nacional de Organizaciones Sociales y No Gubernamentales (CONAO). Los miembros de UNAPROA transmiten sus conocimientos y experiencia a los niños de escuela, con quienes hacen viveros y huertas escolares. Su mensaje principal es que desarrollo y ambiente pueden ir de la mano. "La protección del ambiente … el el mejor camino para abastecer a los que tienen un poco con bienes de uso básico como agua potable, agua para riego, madera, leña, postes para cercas, plantas medicinales, control biológico de mosquitos, moscas y otras especies dañinas para la agricultura o la salud", consignaron en un reciente boletín de Iriria Tsochok. Desde la carretera se ven los cerros, valles y nacientes pelados y cubiertos con mares de piña, café y pastizales. Para Bernabé Rosales, "lo que se llevan los grandes terratenientes, a nosotros nos va a faltar". Las asociación quiere promover prácticas de conservación de parte de pequeños finqueros, buscando alternativas económicas y concientizando a los campesinos sobre la importancia de las nacientes de agua. En una movida más audaz, están organizando para julio un "Ecoforo" con los grandes empresarios de la región, para discutir formas de comprometerlos en el manejo sostenible de los recursos de todos. "Los que ellos hacen río arriba, termina repercutiendo en nuestras tierras. El efecto del Huracán César fue tan grande porque en vez de bosques, que actuán como esponjas y para el agua, hay desiertos arriba, y entonces se nos vino de golpe toda la inundación". Los vecinos de Longo Mai cuentan que un terrateniente de la zona obtuvo permisos oficiales para talar "el bosque dónde están nuestras nacientes, con la promesa de que iban a reforestar con eucaliptus". Bernabé Rosales recuerda que "una noche armaron el gran operativo y le prendieron fuego al bosque. Viera que se escuchaba clarito los animales gritando, cuando se quemaban". Esa noche el cielo no estuvo tan claro ni estellado sobre la casa de María Edith Quijando. En la mañana, el hijo más chiquito de la macha salvadoreña había vuelto muy serio del kinder. "Tengo que platicar con ustedes", les había anunciado el chiquitín a sus padres. "Me dijieron que tenemos que proteger el bosque, porque Toño Pizote tiene que tener una casa dónde vivir, y los pajaritos se mueren si los dejan sin casa". Cuando les quemaron los árboles bosque arriba, nació la idea y la necesidad en campesinos de toda la comarca de formar UNAPROA. Y para María Edith, esa noch volvió en pesadillar la imágenes de los combates, el fuego y el bombardeo en el cerro de Guazapa, en su lejana patria. Mirando las lenguas anarajadas que encendían la noche, la macha comprendió que no sólo en la guerra hay montañas arrasadas. |
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